La Isla de las Tentaciones, un programa que ha alcanzado ya su séptima edición, ha perdido el encanto que tuvo en sus inicios. Lamentablemente, de la primera edición apenas queda rastro, ya que las parejas participantes suelen llegar al programa con problemas previos o, peor aún, simulan estar muy enamorados y a la segunda semana ya se han sido desleales. Algunos participantes aparentan llorar frente a las cámaras, pero es evidente que no derraman ni una sola lágrima.Es desconcertante observar cómo, en la segunda o tercera semana, algunos ya se han involucrado con sus pretendientes, y sus parejas, al ver la situación, reaccionan de la misma manera. Resulta impactante ver cómo montan un espectáculo, muchas veces sobreactuado, pues la falsedad detrás de sus acciones es palpable. Este programa, inicialmente diseñado para poner a prueba a parejas , parece perder su esencia rápidamente.Se plantean preguntas incómodas al ver a participantes que, en el tercer día, parecen haber olvidado por completo a sus parejas. La autenticidad se desvanece cuando se percibe que están jugando un papel . En la vida real, todo es tan distinto. La Isla de las Tentaciones ha dejado de ser un reflejo auténtico de las relaciones y se ha convertido en un escenario para el drama ficticio.Después, ingresan parejas que se originaron en ediciones anteriores, y se percibe claramente que su propósito al entrar es generar drama a toda costa. Sobreactúan de manera tan exagerada que resulta evidente que están actuando una farsa. Existen diversas formas de arruinar un programa, y esta es una de ellas. La Isla de las Tentaciones parece estar en una espiral descendente sin control, yendo cuesta abajo sin frenos.
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