El partido de ayer del Real Madrid no terminó con una victoria, y cuando el equipo no gana, parece que siempre hay que buscar un culpable. En esta ocasión, nuevamente el objetivo de las críticas es el árbitro. A pesar de que, en mi opinión, su actuación fue aceptable, se ha convertido en el centro de la controversia. Sin embargo, para ganar un partido no basta con tener un árbitro impecable, se necesita marcar goles, presionar al rival y crear oportunidades claras. Aunque el Real Madrid lo intentó, simplemente no tuvo la fortuna de su lado.
Hoy, el Madrid acusa al árbitro de errores, pero mañana será otro equipo el que lo haga. Este es un patrón que se repite en el fútbol, de los equipos grandes y cuando ellos pierden. El árbitro se convierte en el blanco fácil. Sin embargo, cuando las decisiones arbitrales les favorecen, nadie se queja y se da por hecho que el árbitro hizo un trabajo excelente. Esta actitud no es justa, ya que los árbitros son humanos y, a pesar de la creciente presencia de tecnología en el deporte, no pueden ver y juzgar cada situación con absoluta precisión. Es natural que cometan errores.
En este caso, no hubo errores arbitrales graves que determinaran el resultado. Lo que ocurrió es que el Real Madrid no pudo superar al Mallorca, y eso duele, especialmente cuando se tiene una plantilla tan potente. Para el Madrid, perder tres puntos es un golpe significativo, mientras que para el Mallorca, sacar un punto contra un equipo como el Real Madrid es un resultado muy positivo. Lo normal en este tipo de encuentros es que el equipo grande se lleve la victoria, pero el fútbol es impredecible, y a veces, los grandes equipos también tropiezan.
En lugar de enfocar las críticas en el árbitro, el Real Madrid debería reflexionar sobre su propio rendimiento y asumir que, aunque el árbitro puede influir en el desarrollo de un partido, la responsabilidad principal de ganar recae en el equipo. A veces, la suerte no acompaña y las oportunidades no se concretan, pero buscar un chivo expiatorio no cambiará el resultado. Al contrario, culpar al árbitro es una estrategia que solo busca meter presión en los próximos encuentros, desviando la atención que el equipo necesita mejorar.