Ayer vivimos una nueva jornada de liga con el enfrentamiento entre el Alavés y el Valladolid, un partido que, aunque terminó con un 1-3 a favor del conjunto visitante, dejó un sabor agridulce en el ambiente. Fue un buen encuentro en lo futbolístico, lleno de esfuerzo y pasión, pero el verdadero protagonista no fue ninguno de los jugadores, sino el colegiado.
El árbitro decidió pitar un penalti que, sinceramente, resulta difícil de creer. Una acción completamente surrealista, el tipo de jugada que en partidos entre los grandes de la liga jamás sería sancionada, ni en 100 años. Pero claro, como era un Alavés vs Valladolid, parece que no importa. No será noticia, ni abrirá los programas deportivos. Y sin embargo, el impacto fue real. Como si no bastara, el árbitro expulsó a un jugador del Alavés por protestar, una acción que deja en evidencia una preocupante doble vara de medir.
Es difícil no preguntarse por qué equipos como el Alavés y el Valladolid reciben este tipo de decisiones. No se trata de restarle mérito a los grandes, que han ganado su lugar a pulso, pero el fútbol no debería ser solo para ellos. Todos los equipos merecen el mismo respeto, el mismo trato justo. Ayer, cualquiera que vio el partido pudo sentir que no fue así.
Por lo demás, el Valladolid se llevó los 3 puntos, con una victoria que le permite sumar 8 puntos en la tabla, aunque sigue en una situación comprometida, ocupando la antepenúltima posición. El Alavés, con 10 puntos, tampoco puede permitirse muchos tropiezos más. A veces, el esfuerzo en el campo no es suficiente si lo que ocurre fuera de él no es justo.
El fútbol debe ser pasión, esfuerzo, lucha… pero también justicia e igualdad. Lo de ayer fue una lección de lo mucho que queda por mejorar en este deporte que tanto amamos.