En China, los partidos de la liga española se podrán ver de manera gratuita y en abierto, mientras que aquí, en España, para poder disfrutar de ese mismo contenido debemos pagar un precio de 150 euros. Este es el coste que tenemos que asumir para acceder a la liga española desde nuestras casas. Mientras tanto, en China, los ciudadanos podrán ver los partidos sin costo alguno. Y los que siempre acabamos pringando somos nosotros, los aficionados de siempre.
Esta situación es aún más crítica si pensamos en los bares. Los locales que desean ofrecer fútbol para atraer a sus clientes tienen que pagar más de 300 euros al mes. Es un precio desproporcionado que, en la mayoría de los casos, no se recupera. Salvo en partidos excepcionales, como un Madrid vs Barcelona, donde los aficionados sí acuden en masa y se puede hacer una buena caja, la realidad es que en un encuentro como un Madrid vs Levante es difícil conseguir la misma rentabilidad. A pesar de esto, las noticias sobre estos abusos no salen a la luz.
Mientras tanto, en China, los partidos serán en abierto y gratuitos. Aquí, en España, donde somos los verdaderos consumidores y apasionados del fútbol, seguimos pagando precios desorbitados. Y lo peor de todo es que estos precios no dejan de subir, año tras año. Es como si el público que realmente interesa a figuras como Javier Tebas no fuéramos nosotros, los que llenamos los estadios, los que vemos el fútbol en los bares o lo contratamos para nuestras casas, sino una audiencia extranjera. Al final, parece que solo somos adornos, meros espectadores cautivos que, por nuestra afición y fidelidad, somos explotados económicamente.
Es triste pensar que en un país donde el fútbol es tan importante, donde existe una afición tan apasionada y comprometida, se nos trate de esta manera. Somos un público fiel, un público que ama el fútbol, pero parece que precisamente por eso se nos maltrata. Y es que, por mucho que nos duela, sabemos que seguiremos pagando, porque el fútbol nos encanta, a pesar de lo injusto que es este sistema.
En resumen, como aficionado, esta situación me provoca una enorme frustración. Amo el fútbol, pero esto se ha convertido en una auténtica vergüenza. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que se siga jugando con nuestra pasión y con nuestros bolsillos?