La UEFA ha decidido cambiar el himno de la Champions League, una decisión que ha generado diversas reacciones entre los aficionados. Personalmente, al escuchar la nueva versión, noto que la letra sigue siendo la misma, pero hay algo que no sé cómo explicar, una esencia o chispa que parece faltar. Aunque la letra es idéntica, la música no logra evocar las mismas emociones que el himno anterior. Siento que le falta ese «algo especial» que hacía que el antiguo himno se destacara y resonara profundamente en quienes lo escuchábamos.
La nueva versión se percibe más ligera, casi como si hubieran faltado algunos músicos el día de la grabación. Quizás es una cuestión de acostumbrarse, de escucharlo repetidamente hasta que finalmente te guste, pero es difícil ignorar el impacto emocional que el himno anterior tenía sobre tantos de nosotros. Después de todo, ese himno nos ha acompañado durante tantos años.
Es natural que, con el paso del tiempo, algunas cosas cambien. Los equipos renuevan sus escudos, los himnos se actualizan, y hasta el formato de los grandes torneos evoluciona. Sin embargo, el problema surge cuando algo que ha estado presente durante tanto tiempo, como el himno de la Champions, es reemplazado por algo nuevo. Para muchos, este cambio no es fácil de aceptar.
El himno anterior era algo que nos gustaba, al 99% de los aficionados como sonaba. Ahora que nos presentan una nueva versión, es comprensible que haya quienes no se sientan del todo cómodos con el cambio. No obstante, también es lógico que en un mundo en constante evolución, estos cambios ocurran. Al final, somos criaturas de hábitos, y cuando algo nos gusta, tendemos a resistir la innovación. Pero, con el tiempo, llegaremos a aceptar este nuevo himno y lo integremos, aunque ahora mismo, nos cueste dejar atrás el antiguo himno.